Vivir cansada
Imagínate que has tenido un día de esos en que no has parado. Anoche dormiste mal, el despertador te ha taladrado la cabeza justo cuando ya tu cuerpo se había rendido al sueño después de toda la noche dando vueltas en la cama.
Notas la espalda rígida al levantarte, claro, si es que no has parado de pelearte con la cama.
Desayunas (o no, porque no te da tiempo por culpa de esos minutos de más que te has permitido tras escuchar la puñetera alarma). Y empiezas tu rutina diaria: trabajo, estudios, gym, compra, banco, niños, llama aquí, acércate a "nose dónde", casa, comida, perros, ropa, etc.
Cuando te metes en la cama por la noche estás súper cansada/o. Muerto/a. No puedes con tu cuerpo, las piernas te pesan, la cabeza te da vueltas y tal y como caes en la cama, ahí te quedas. Pues bien, quédate con esa sensación final, mantenla en tu mente, vale?
Ahora imagina que todos los días (durante una semana, o tres o cuatro días en el mejor de los casos), te levantas ya por la mañana con esa sensación que te he dicho que retengas.
Imagínate lo que es levantarse por la mañana con un sueño horrible, pesándote las piernas (esa pesadez llega a ser dolor muscular cuando da fuerte), un cansancio brutal en todos tus músculos y 0 energía. No puedes moverte, es que no puedes, no es que no quieras, no es que no te apetezca, no es vagueza, es que NO PUEDES, simplemente no puedes, tu cuerpo no tiene nada de energía.
Aún así, hay que tirar, claro. Y te levantas, desayunas, tomas guaraná en el desayuno para que te ayude a ser un poco más persona y menos un trozo de carne. Primer viaje escaleras abajo a sacar a los bichitos y escaleras arriba, claro (cuatro pisos, y no, no hay ascensor). Llegas a casa asfixiada. Asfixiada yo?, perdona? Pero sí, te falta el aire, como si fueras una persona anciana.
Coges el macuto, venga, vamos al gym que si no la espalda... y las piernas... y así ayudas a tus defensas...: te dices todo esto para autoconvencerte de que debes ir al gym en lugar de volver a la cama, pues en días así tu afición por el deporte se quedó envuelta calentita en las sábanas tan a gusto.
Vas al gym, te pesa el cuerpo, la sensación de cansancio es brutal, pero te subes a la cinta. Venga, a correr un poquito. Pero te bajas antes de lo debido porque NO PUEDES. Pero bueno, vamos a hacer un pelín de pesas, venga, ya que has venido, poquito peso.
Y de repente "petas", y te encuentras a ti misma/o sentado en el suelo de la sala multiactividad, con la sensación de que tu cuerpo pesa 236 kg. Y claro, tú no eres capaz de levantar 236 kg. Así que te quedas ahí, pensando qué hacer, porque NO PUEDES hacer nada.
Y aquí aparecen: las ganas de llorar, mecanismo de la mayoría de las personas cuando el cuerpo experimenta una sensación de agotamiento extremo.
Te duchas como puedes, vuelves a casa. Dios, ¿qué llevo en la bolsa que pesa tanto?.
Y cuando llegas, comes, y te acurrucas en el sofá. Te tapas porque tienes el cuerpo destemplado. Te empiezas quedar dormida y ya, es hora de levantarte, porque tienes que ir a trabajar. ¿A trabajar!, pero si parece que has estado picando piedra toda la santa mañana!. Sacas de nuevo a los perros (cuatro pisos pa' arriba, cuatro pisos pa' abajo)
Llegas al trabajo y toda esa energía infantil te abruma. Y no puedes ser tú. No puedes saltar con ellos cantando las canciones de clase. No puedes cogerlos en brazos, apenas puedes ayudarles con su mochilas y abrigos. Y hasta haces pequeñas modificaciones en las actividades para no tener que levantarte a la pizarra. Y te da rabia, porque esa no eres tú.
Tú cantas a grito pelado hasta que tu jefa te dice que bajes el volumen, tú brincas con ellos y haces pamplinas y se ríen, y vas de un lado al otro de la pizarra, y coges el dado gigante, y los muñecos........ Pero hoy NO PUEDES.
El resto de la tarde luchas, literalmente, por no quedarte dormida en en la silla. Nunca te había pasado eso, pero te cuenta tu doctora que ese cansancio hormonal es que sufren la mayoría de las embarazadas en alguna etapa del embarazo (mis amigas me lo corroboran). Sacas fuerzas no sabes de dónde y haces tu trabajo. Lo haces bien, sí, pero no como siempre, no como tú sabes hacerlo.
Vuelves a casa. ¿Por qué es tan tarde?, tan lenta he caminado hoy?. Sí, y de hecho, te has tropezado por el camino por no levantar los pies al andar, y por poco te dejas los dientes en la acera. Ah, si, pues también es verdad.
Y cuando llegas al cuarto piso (que ya a estas horas te parece el puto Everest), tienes que bajar de nuevo. Porque ellos no tiene culpa ninguna, todo lo contrario, son los que siempre están ahí a full contigo, así que venga, que ya deben tener pipi.
Bajas y subes como puedes. Y al llegar a casa no tienes ni ganas de cenar, sobre todo porque eso implica estar más tiempo de pie, y NO PUEDES. Así que, vamos, bichitos, a la cama con mami. (En el mejor de los casos te comes un yogurt antes)
Y te metes en la cama, con ganas de llorar, porque si ya a las ocho de la mañana estabas agotada, ahora es que la sensación no se puede ni describir. Te tomas melatonina para dormir. Pero aún así, el día siguiente es igual, y el que sigue también. Mínimo 3 o 4 días así.
¿Te lo puedes imaginar?. Pues esas son mis crisis de bajada de defensas, que van acompañadas por supuesto de otros síntomas, como la hinchazón y sangrado bestial de encías, manchas en la cara y granos tipo adolescente, caída del pelo a manojos o dolor de riñones y vientre como si te fuera a bajar la menstruación.
Los pocos días en que no estoy en crisis, los síntomas son los mismos pero mucho más atenuados. Siempre estoy cansada, SIEMPRE. Es deprimente porque llega un momento en que te desmotiva. Además, a esto se le suman los cambios de humor y ánimo. Porque claro, no olvidemos que todo esto lo causan las pastillas, que son hormonas puras y duras. Entonces, hay días que estás eufórica, te comes el mundo, y al día siguiente (literalmente) estás por los suelos, con una tristeza inexplicable que te inunda el pecho y el estómago, y no sabes qué hacer para remediarlo.
Esta es mi lucha con esta medicación que, según mi doctora, es una quimio pero en pastillas. Me he planteado muchas veces dejarlas, porque de verdad que es muy duro, pero todos los oncólogos y médicos me aconsejan que no lo haga. Me explican lo que esta medicación está haciendo en mi cuerpo y me convencen de que siga con ellas. Mi doctora me dice que mi estado base es como si tuviera la menopausia y estuviera embarazada al mismo tiempo. Así estoy! que me voy a volver loca. Lo único bueno es que si algún día soy madre, va a ser pan comido, porque peor que esto... difícil.