
Por fin
26 de octubre: me dan la noticia
14 de noviembre: me operan
11 de diciembre: empiezan a llenar el expansor
13 de diciembre: me adelantan cuál será el tratamiento, pero queda pendiente de confirmación
15 de diciembre: me informan de los resultados del análisis del tumor y me confirman el tratamiento a seguir.
Después de conversaciones y quejas vía telefónica, por fin tengo cita para que me digan los resultados y el tratamiento que me van a poner.
Por supuesto, estoy nerviosa. Mi amiga Susana viene conmigo. Consigue tranquilizarme a ratos. Entramos en la consulta. Mi médico, Alejandro, empieza a explicarme porqué han tardado tanto los resultados y me empieza a dar una buena noticia detrás de otra en cuanto a las características del tumor. No me voy a detener en tooodas esas explicaciones técnicas, solo os diré que estaba loca por escuchar ya el "veredicto". Cuando termina de explicarme todo, con una medio sonrisa en la boca que me niego a interpretar como algo positivo (lo que para él puede ser positivo, puede no serlo para mí), busca en la documentación una hoja en concreto y me dice que, en base a todo lo que me ha dicho, cree que no voy a necesitar ni quimio ni radio, sino hormonoterapia (es decir, pastillas).
Me llevo las manos a la cara, no me lo creo, <<¿qué me dices?>>. Me quedo en blanco, no me lo esperaba. Sin duda no me lo esperaba.
Me examina el pecho, la cicatriz, la axila... me explica cuál es la causa de la inflamación de la axila, me dice lo que debo hacer, cuánto va a tardar en desaparecer... y le escucho, y le pregunto las dudas que me surgen, pero la idea de no necesitar quimio ni radio, ocupan un primer plano en mi mente.
Salimos de la consulta con la idea de volver hoy viernes para que ya me confirme la noticia, pues tiene que exponer mi caso de nuevo ante la comisión, siendo los oncólogos los que tendrán la última palabra en cuanto al tratamiento a aplicar.
Y mi amiga y yo nos abrazamos. Ella emocionada, pero aguanta las lágrimas. Las mías caen, solas, pero de alegría e incredulidad.
Y no me lo creo.
Y debo ser cauta aún, porque, si por cualquier motivo cambian de opinión en la comisión...? no, no puede ser, me intento quitar la idea de la cabeza... no me va a decir esto si no estuviera seguro de que esa va a ser la decisión, no??? yo que se.... ay Dios..... mi pelo.... que no se va a ir a ninguna parte.... y mi piel, no va a sufrir daños, podrán reconstruirme en cuanto haya estirado, quedará genial.... ay Dios......
Llamo a mi madre, que está en el trabajo. Llora. Un llanto que bien se podría haber interpretado de como de pena si se escuchara fuera de contexto. Llamo a Dani, también trabajando, no se lo termina de creer, se queda sin palabras, no se lo esperaba, creo que aguanta la respiración durante toda la conversación. Por fin le he dado una buena noticia. <<Qué bien, qué bien>>, me repite antes de preguntarme por los detalles. Y le explico brevemente el porqué de la decisión, porque ninguno de los dos esperábamos que fuera esa.
Y camino al coche me siento más... ligera... y Susana me lee la mente y me pregunta si no me he quitado un peso de encima, ¿es que voy levitando y no me he dado cuenta? jajajaj. Sí, sí que me lo he quitado, respiro hondo y el aire entra mejor en mis pulmones ahora que cuando entramos en el hospital, pues ahora ya no tengo miedo, no tengo nervios, y apenas queda incertidumbre.
Nos vamos a almorzar. Sin duda hay que aprovechar que estamos juntas, porque nos cuesta la vida organizarnos para vernos. Y parece que no ha pasado nada. Parece un a comida normal entre amigas, pero no lo es. Tengo en la cabeza la buena noticia y, aunque quiero ser cauta, es complicado. Me siento relajada, contenta, y disfruto de una conversación normal, de cosas banales algunas y pelín más transcendentes otras. Y masticamos la buena noticia de cuando en cuando, junto con el almuerzo. Y disfruto del Sol que me da en la cara. Estoy tranquila.
Los nervios me entran al llegar al trabajo (nervios de los buenos). Corro a mi clase a dejar las cosas, huyo de Inma, que está en la recepción y no es plan de decirle nada con los padres delante, después hablo con ella, pienso. Y por el rabillo del ojo veo al pasar a mis jefas en el despacho. Vuelvo de mi clase, abro de sopetón la puerta entreabierta, me miran expectantes, e intentando no gritar mucho, les digo: <<ni quimio ni radio, ni quimio ni radio, ni quimio ni radio>> mientras casi casi me tiro a los brazos de mi Lola. Y escucho sus risas y sus <<¿¡Qué dices?!>> <<¡Qué biennnnn!>>. Abrazo después a Laura. Las dos sonríen, gratamente sorprendidas. Ay mi Lola, ya tiene la cara llena de lágrimas. Laura está muy emocionada también, y me pregunta, y les explico todo muy por encima. Y nos abrazamos las tres a la vez. Y justo entra Inma. Y le digo la misma frase <<ni quimio ni radio, Inma>>, y me abraza fuerte. Sonríe de la noticia, casi casi está riendo, y yo con ella. Y qué momento más simple, en apariencia, y tan bonito.
Reboso energía esa tarde. Y los niños parecen saber también que algo bueno ha pasado, porque están especialmente contentos y revoltosos. Y es que la energía que transmito yo es esa, alegría, energía positiva, alboroto, y ellos la absorben.
Al llegar la noche, Dani me recoge del trabajo. Nos miramos. Parece tranquilo, aliviado. Admito que esperaba algo de euforia, pero es que su punto de vista es otro. Su vivencia es diferente a la de cualquier persona, pues es el único que vive todo desde dentro, desde la mayor de las cercanías. Le miro y le pregunto lo más tonto del mundo: <<¿Estás contento?>> Y ahí está lo que yo esperaba, en sus ojos, que me expresan un alegría profunda aunque tranquila, de sosiego, de descanso, de alivio, diría yo que es la palabra. Y entiendo que su preocupación por mi se ha transformado en ese agotamiento que ha intentado esquivar todo este tiempo para mostrarse fuerte frente a mi. Y mi pequeño coche se llena de esa alegría relajada durante el camino. Y le explico todo lo que me ha dicho el médico, y flipamos de nuevo al analizar la suerte que he tenido, dentro de todo lo malo, claro.
Y me voy a la cama con la mente tranquila, y contenta. Y duermo como un baby.
El viernes vuelvo a la consulta, con ese resquicio de miedo por si en la comisión medica han decidido algo distinto a lo que me dijo Alejandro el miércoles. Pero solo con verle me tranquilizo, <<no ha habido cambios, seguro>> pienso.
Y así es. Me da la carta que contiene el informe, y me dice que la comisión ha confirmado lo que él pensaba, no se me va a someter ni a quimioterapia ni a radioterapia. El siguiente paso es que me llamarán desde oncología para empezar el tratamiento de la hormonoterapia.
Y ahora sí que le cuento la noticia a todos los que sabían de mi enfermedad. Hago llamadas, mando whasaps, y el teléfono se llena de mensajes de respuesta.
Llego a casa, me siento agotada, entre la tensión y la medicación, llevo un par de días que me caigo por las esquinas. Me tiro en el sofá, me tapo con la mantita y gordi viene corriendo. Él se duerme acurrucado a mi lado tras comerme a besos, y yo me quedo medio medio traspuesta. Tranquila, relajada, cansada. Feliz.