La decisión

Y ahí una ráfaga de información plagada de "parece que", "puede ser que", "no se sabe si", "probablemente"... y más expresiones que atraviesan el estómago de cualquier persona en esa situación, pero más aún de alguien como yo, a quien le gusta controlar todo en la mayor medida posible, impaciente y enemiga acérrima de la incertidumbre.

Lloro.

Mediante unos dibujos simples en un folio, me explica que debo decidir si extirpar solo la parte afectada por el tumor o hacer una mastectomía. Masecto que...? nunca he sabido pronunciar esa palabra correctamente...

Vuelvo a llorar.

Y cómo decido yo eso???

Sigo llorando.

El médico me explica los pros y los contras de las dos técnicas, asegurándome que ambas me "quitan el problema", es decir, que partimos de la base de que, obviamente, el tumor queda extirpado. Y me vuelvo a preguntar porqué no llama a las cosas por su nombre!, eso lo haría todo más fácil...

Más lágrimas...

Es jueves, y tengo hasta el lunes para tomar la decisión... ridículo lo rápido que de repente va todo. De hecho, no abandono el hospital sin que ya me hagan una analítica que formará parte de las pruebas de la pre-anestesia. Y ya en la calle, me doy cuenta que en realidad no había dejado de llorar hasta ese momento.  

¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar