
Ingreso (13 nov '17)
Pues aquí estamos. Son las 23:03 de la noche. y desde que llegué a las seis de la tarde, he pasado por todos los estados de ánimo posibles... qué locura...
Las enfermeras son un encanto. Y una de ellas, casualidades de la vida, es la tía de una alumna! Y de repente te sientes reconfortada, mira qué tontería, pero me he sentido un poco más.... segura, tranquila... no sé...
A medida que voy hablando con las enfermeras, (todo el que me conoce sabe que hablo hasta con los árboles del parque), me voy tranquilizando. Me dicen que lo mal que lo pasé en el postoperatorio de la operación de la espalda, probablemente no vuelva a sucederme ésta vez. Y me explican porqué, y tiene sentido. Y me siento mejor, porque la información, positiva o no, amplia o escasa, siempre atenúa mis miedos y desacelera mi mente.
Y por una parte me voy relajando, comiendo kínder shoco bons a modo de postre, y charlando de tonterías con Dani, que se cae de cansancio y cuyos ojos poshos me hacen gracia. Pero por otra parte, pienso que es la última vez que voy a ver mi cuerpo tal y como lo conozco.
Trato de visualizarme, imaginar qué me voy a encontrar a mi vuelta del quirófano. Pero es imposible. No me hago a la idea.
Y a ratos me pregunto qué hago aquí. Porque me miro al espejo y he vuelto a ver a la persona fuerte que veía antes de aquel 26 de octubre que parece tan lejano y tan cercano al mismo tiempo. No me siento enferma. Por eso no me cuadra, a veces, verme en esta cama de hospital.
Y a ratos pienso que quiero que éste primer paso termine ya. Pero a la vez no acepto la idea de perder este trozo de mi que va a desaparecer. Pero también quiero que me lo extirpen ya, porque podría matarme. Y me contradigo, una vez más. Porque estoy deseando y temiendo a la vez. Porque temo verme, temo mirarme, me da pánico encontrarme con ese nuevo cuerpo en el que no me voy a reconocer.
Miedo.
Miedo no tanto a la operación, porque no voy a ser consciente de ella. Miedo, sin embargo, al postoperatorio, por tener a mis espaldas lo negativo de la experiencia de la operación anterior. Y miedo, sobre todo, a verme, a mirarme: yo, joven, mutilada. Con algo ahí parecido a un mini rellenito con el que tendré que convivir durante un tiempo. Miedo a no encontrarme.
Miedo a mirarme y no verme.